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México se encuentra en el último lugar en el listado de los países que integran la OCDE

Salario mínimo en México

(imagen: //www.radiomonitortv.net)

Los salarios en el mundo son indicativos del valor que se le otorga al trabajo realizado, pero sobre todo sirven como indicador en la expectativa de calidad de vida. En México, al igual que en muchos países, el salario mínimo se establece de manera legal  y se ajusta año con año de acuerdo a la inflación y otros factores.

El objetivo de establecer un salario mínimo obedece a la necesidad de garantizar que los trabajadores obtengan un pago por su trabajo que permita cubrir las necesidades básicas como alimento, habitación, vestido y entretenimiento. Sin embargo, actualmente, la cifra que está vigente hoy para la zona A del país (donde se encuentra la Ciudad de México y es el más alto de las 3 zonas existentes) asciende a 64.76 pesos por 8 horas laborales, cifra que resulta insuficiente para garantizar el derecho constitucional a una vida digna y que se encuentra en el último lugar en el listado de los países que integran la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE).

Aunque en el país los derechos sociales alivianan en varios estratos la carga económica a través de servicios públicos que cubren educación y salud, la realidad es que la mayoría de los mexicanos no tienen acceso a estos servicios, o bien, no de la calidad que les permita superar su condición social de nacimiento, limitando así la movilidad social.

Igualmente, la cifra que México aporta como referencial de salario mínimo hoy en día está cuestionada por los incrementos desproporcionados que han sufrido servicios como el transporte y los procesos productivos o estacionales en los que se involucra la producción de artículos que integran la canasta básica. Esta situación ha generado un área de oportunidad para actores sociales y legisladores de sugerir y gestionar los cambios necesarios para revertir el deteriorio del salario que año con año se ve descompensado frente a la inflación y el alza de precios. Los principales actores de estas iniciativas son el Partido Acción Nacional, quien busca solucionarlo a través de una consulta ciudadana, y el Partido de la Revolución Democrática, que propone otorgar un aumento salarial de $80.00. El actual Jefe de Gobierno del Distrito Federal, Miguel Ángel Mancera, propone un incremento a $82.00, alza propuesta a un corto plazo pues la meta es plantear el salario mínimo en  $171.00 diarios.

Las cifras planteadas como meta son muy alentadoras para la economía popular de México, pero ¿qué consecuencias podría generar este repentino cambio?. En el tema económico, un incremento repentino y tan grande podría generar inflación, pues los empleadores, al tener que incrementar el salario de sus trabajadores, supondrían que tendrían que trasladar dicho incremento a los productos o servicios que produzcan, subiendo el precio de estos y creando una espiral inflacionaria. Igualmente México podría perder competitividad frente a otros países como China y perder la ventaja geográfica para la producción de bienes a precios competitivos que se traduciría en menores inversiones. Sin embargo, un incremento en el salario supone también un aumento en el poder adquisitivo y por tanto en el consumo y la activación del ciclo económico.

En conclusión, estos cambios pondrían a prueba la capacidad de los tomadores de decisión para crear soluciones pensadas e instrumentadas con el objetivo de que el eventual aumento no creara una espiral que trajera más repercusiones negativas que beneficios. Al final, cualquier medida que se adopte debe ser pensada y ejecutada con la planeación debida, y no sólo orientada a lo electoral o sin un sustento que le de viabilidad; en el equilibrio de esta visión está la posibilidad de generar el andamiaje que permita mejorar la calidad de vida para las personas, por un lado, y acrecentar el tamaño de la economía mexicana en beneficio de todos, por el otro.

Escenario político mexicano actual: ¿ausencia de ideologías claras y representantes de éstas?

Subcomandante MarcosEl fin de semana el subcomandante “Marcos” reapareció en la escena pública tras 5 años de ausencia para comunicar que dejaría la vocería del Ejército Zapatista de Liberación Nacional para ceder su cargo al “Subcomandante Insurgente Galeano”, personaje ficticio creado en referencia a un zapatista asesinado recientemente. Esta decisión obedece en palabras de “Marcos” a que su “personaje”  ya no tiene vigencia en la estrategia actual de resistencia del EZLN.

El argumento de una acción tan trascendente como cambiar la cara más visible de un movimiento siempre es válido y entendible en un contexto que exija dinamismo, o como respuesta a un cambio de coyuntura o de estructura. En el caso particular del hoy “extinto” Marcos no queda claro a qué obedece esta modificación, sobre todo porque no se vislumbra en la agenda un revire o un elemento en la situación que justifique la acción.

El EZLN forma parte de un movimiento que nació como guerrilla pero que viró hacia una fuerza política “de izquierda” y cuya situación hoy parece similar a la que esa ideología atraviesa en México; simplemente se ha diluido. Así lo demuestran también las diferencias que se aprecian al interior del PRD, en la pugna que es cada vez más evidente entre las corrientes agrupadas a los distintos “presidenciables”.

Pero también en el otro polo del espectro político se aprecian las diferencias. El PAN  renovó su dirigencia el fin de semana pasado en medio de un fuerte clima de descalificación y poca discusión respecto de su propuesta frente al gobierno actual, en una batalla en donde finalmente ganó el ala negociadora de las reformas.

Parecería ser que, frente al próximo periodo extraordinario de sesiones, en donde se discutirá legislación secundaria muy relevante para el país, el PRI va bien cobijado, sin oposición ideológica o fuerza política que pueda generarle un contratiempo.

Hay quienes dicen que el PRI ha operado para que esto suceda así, a través del fortalecimiento de las corrientes afines dentro de los partidos de oposición y el aislamiento de los grupos contrarios. Otros piensan que las propias fuerzas políticas tienden a fraccionarse cuando no existe un líder claro que las cohesione. Quizás lo que ha sucedido es una combinación de ambas, un escenario en donde no hay ideologías claras ni representantes de éstas.

(imagen: //media.roarmag.org)